lunes, 21 de junio de 2010

HEMOS PERDIDO A UN HUMANISTA


Juan Carlos Martínez Botero*

La ineluctable muerte se llevó este 18 de junio al inolvidable premio nobel de literatura, de 1998, José Saramago. Portugués de nacimiento, pero universal de pensamiento, el mundo ha perdido un hombre cuyas profundas concepciones democráticas, lo ubican en lo más granado y elevado del humanismo mundial. Haciendo alusión a la infame desigualdad que violenta a millones de seres humanos dijo al recibir su reconocimiento ante la Academia Sueca, en Estocolmo, el 11 de Diciembre de 1998: “La misma esquizofrénica Humanidad, capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de sus rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante.”

Llamó la atención en su “Ensayo sobre la ceguera” sobre la utilización perversa de la razón cuando se humilla la vida, cuando la “dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo”, cuando la mentira universal ocupa “el lugar de las verdades plurales”, cuando “el hombre dejó de respetarse a sí mismo” y “cuando perdió el respeto que debía a su semejante.” Su pluma, no hay duda, estuvo al servicio de la superación de la inequidad y la injusticia.

En octubre de 1999 dirigió una carta al entonces presidente Uruguayo Julio María Sanguinetti, en la que le pedía a este, ayudar al gran poeta argentino Juan Gelman, a encontrar a su nieta, hija de su hijo asesinado y su nuera desaparecida, ambos durante el Plan Cóndor, orquestado por la CIA y adelantado, entre otros, por la dictadura militar que azotó a la República Oriental de Uruguay por doce largos años, transcurridos entre 1973 y 1985. En dicha misiva señalaba: “ayude a Juan Gelman, ayude a la justicia, ayude a los muertos, a los torturados y los secuestrados ayudando a los vivos que los lloran y los buscan, ayúdese a sí mismo, ayude a su conciencia, ayude al nieto desaparecido que no tiene, pero que podría tener.”

Saramago mostró su solidaridad ante las inhumanas condiciones del pueblo de África, estuvo al lado de los indígenas y campesinos de Chiapas, protestó por los crímenes de Indonesia contra el pueblo de Timor Oriental, entonces dijo: “¿qué importa que un escritor acuda ahora a protestar utilizando las palabras de todos, que demasiados callan porque están más preocupados por sus intereses presentes y futuros que por la sangre que corre y las vidas que se pierden?”. Levantó su voz contra el neoliberalismo, al que llamo la injusticia globalizada. No hay duda, el mundo perdió, no solo a un gran escritor sino, a un gran humanista.

Sin lugar a vacilaciones, y en la medida en que las concepciones que abogan por la justicia social se impongan, estará en el cielo, siendo este, según su definición: “el resplandor que hay dentro de la cabeza de los hombres si no es la cabeza de los hombres el propio y único cielo”

*Abogado