miércoles, 8 de diciembre de 2010

COMUNICADO A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA Organización Colombiana de Estudiantes, OCE. Diciembre de 2010

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE CALDAS ABRE PROCESO
DISCIPLINARIO EN CONTRA DEL REPRESENTANTE
ESTUDIANTIL ANTE EL CONSEJO ACADÉMICO

Mediante expediente radicado: N° 03-2010, el director del Programa de Licenciatura en Ciencias Sociales dictó auto de apertura de indagación preliminar en contra del estudiante VICTOR HUGO ACOSTA CARDONA, Representante estudiantil ante el Consejo Académico, por exigencia directa del señor rector de la Universidad de Caldas doctor RICARDO GÓMEZ GIRALDO, a través de oficio fechado del 30 de noviembre.

 La razón con la que se pretende llevar al campo disciplinario la discusión política y académica en la Universidad de Caldas, es haber utilizado el término “cobarde” acepción con la que no se pretende injuriar la calidad del excelentísimo señor, sino describir aquella condición descrita en la primera definición de la Vigésima Segunda Edición del Diccionario de la Real Academia de La Lengua Española,  la cual dice al respecto: “Cobarde: 1. adj. Pusilánime, sin valor ni espíritu. U. t. c. s.” y en esta línea frente a la palabra pusilánime el mismo diccionario la define como: “1. adj. Falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes. U. t. c. s.”

Debemos admitir que el representante estudiantil utilizó la expresión, no con el propósito de causar un agravio en la persona del respetadísimo y venerado doctor Ricardo Gómez Giraldo, sino más bien para denotar un ánimo que ha caracterizado la actitud de quien dirige los destinos de la Universidad de Caldas en la discusión sobre la reforma de matrículas. Es la falta de valor y espíritu, que describe la Real Academia de la Lengua Española, la que ha querido poner en tela de juicio manifestada en hechos como no garantizar  que el Consejo Superior sesione en su escenario natural, la Sala de Consejos de la Universidad y por el contrario promover hechos como que las dos últimas sesiones del 15 de octubre y del 24 de noviembre fueran realizadas en el “Recinto del Pensamiento”, es decir fuera de la Universidad.

No es otra cosa que la falta de valor y espíritu para dar una discusión de cara a la comunidad universitaria, la que quiso resaltar. Es en el ejercicio del derecho fundamental a la libre expresión consagrado en los artículos 20 de la constitución Política, 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y 20 literal C del acuerdo 016 de 2007 del Consejo Superior, que realizó el comentario que hoy ocupa la atención del señor rector, quien hace a un lado sus importantes ocupaciones para ocuparse de este tema, seguramente igual de trascendente a los más caros intereses desde la concepción que profesa.
Debemos terminar con una reflexión sobre la polisemia que, para la Revista de Ciencias Humanas, de la Universidad Tecnológica de Pereira,  hiciera el profesor Julián Serna Arango, en su texto “Palabras y Sentidos”, señalando de antemano, y sin presumir de ello, que el contexto en que se expresó la palabra que hirió profundamente la sensibilidad del señor rector, es el de los intelectuales.

Deseamos entonces con el profesor Serna: “(…) reivindicar la plasticidad semántica de la palabra, y en particular, la polisemia por medio de la cual sería posible dar cuenta de las diferencias. 

Nos proponemos ejemplificarla: (…) No dice lo mismo la palabra "cobarde" en diferentes contextos. Dentro del léxico del militar la persona "cobarde" es la que huye cuando viene el enemigo, la que no se juega su vida en el combate. En el léxico de los comerciantes, la persona "cobarde" sería la que únicamente invierte su dinero cuando el negocio no ofrece riesgos más allá de cualquier duda razonable. Entre los intelectuales una persona cobarde sería la que se escuda en opiniones ajenas y no aventura las propias. En el ámbito de la vida galante, un enamorado cobarde sería aquel que no se atreve a declarar su amor a la mujer amada. En el militar la cobardía se relaciona con el físico miedo; en el comerciante bien puede asimilarse a la prudencia, pero también a la avaricia; en el intelectual a la inseguridad o la mentalidad de rebaño; en el enamorado a la timidez. Alrededor de la palabra cobarde se asocian, en síntesis, una serie de resonancias semánticas de variada estirpe.”[1] (Resaltado fuera de texto)

Con estas aclaraciones confirmamos que el doctor Ricardo Gómez, volviendo a la Real Academia de la Lengua Española le falta ánimo para “tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes” y en las consideraciones del profesor Serna pocas veces hemos escuchado criterio propio en las bastas discusiones que abordan los cuerpos colegiados de la universidad. Hacemos un llamado a los que hoy sustancian el presente proceso disciplinario que escarben en la esencia del lenguaje. 

Debemos admitir también que no pocas veces hemos llamado a su excelencia privatizador y neoliberal, responsabilidad que asumimos si es que, los investigadores, deciden regresar a los estadios inquisidores ya superados por la especie humana. Por último esperamos que esta no sea una campaña que busque arredrar el disenso, la oposición democrática y establecer como práctica de este instituto de ciencia la censura contra todo aquel que alce la voz contra las injusticias de la administración actual. Por nuestra parte y tal como lo hicieran los estudiantes cordobeses en 1918, en el manifiesto liminar a la reforma universitaria dirigida a los Hombres Libres de Sudamérica: “Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen.”
Cordialmente,
Organización Colombiana de Estudiantes-OCE
Universidad de Caldas

¡Por una Educación Nacional, Científica y Democrática!



[1] Serna, Julian. “Palabras y sentido”. Revista No. 28 de Ciencia Humanas Universidad
Tecnológica de Pereira. Disponible en http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/revistas/rev28/serna.htm

Rutina


Un poema de Héctor Abad Faciolince

Edición N° 114


A Ricardo Bada

Esa felicidad,
esa seguridad
de repetir los mismos gestos cada día.
Exprimir las naranjas,
preparar el café,
tostar las rebanadas
de pan,
untar la mermelada.
Darle a la vida
el ciclo regular de los planetas,
acostarse a las once,
levantarse a las seis,
sentir que cae el agua
tibia, plácida,
encima de tus hombros,
usar siempre
el mismo jabón, el mismo champú,
la misma loción
–la que usaba tu padre–.
Protestar por lo malo
que se ha vuelto el periódico,
el de toda la vida,
el pan de cada día,
y volver a comprarlo
con ese mismo asco resignado
de tener que cagar
una mañana sí y otra también.
Usar siempre los mismos
viejos zapatos que se parecen
más a ti que tus pies.
Vestirte
con el eterno azul
que te vuelve invisible,
felizmente invisible.
Sentir que tú eres tú,
que yo soy yo.
Ir a los mismos sitios,
comer las mismas cosas,
jueves frisoles,
lunes pescado,
sábados arroz...
Visitar a tu hermana todos los veranos
y pensar que envejece,
pero decirle siempre que no cambia,
que no cambie.
Recordar a los muertos
en cada aniversario;
enviar tarjetas cursis
en cada cumpleaños.
Planear de nuevo el viaje
que nunca emprenderemos.
No poder soportar
que ya no haya tranvía,
que hayan movido
la parada del bus
a la otra manzana,
que hayan quebrado los ferrocarriles,
que nadie escriba cartas
y haya que adaptarse
al correo electrónico,
tan vulgar, tan urgente,
la vida un permanente
telegrama.
Resistirse a llevar en el bolsillo
un teléfono,
detestar que el dinero
sea de plástico
y no de plata, de oro o tan siquiera
de papel.
Que el mismo corte de pelo
te lo haga siempre el mismo peluquero,
que tengas siempre gripa por enero,
que el primero
y el quince
llegue la quincena.
Desayunar trancado,
almorzar abundante,
cenar poco,
quejarse de la gota, de la bilis,
de la memoria y de la digestión.
Creer que nunca sueñas.
Recordar ese chiste
de tu única esposa:
“Aquí se picha los viernes
estés vos o no estés vos”,
y hacer hasta lo imposible
cada viernes
por encaramarte en ella
con ganas o sin ganas
porque l’appetito vien mangiando
como dicen en Turín.
Negar que eres un soso,
un rutinario
con el verso aprendido de un amigo:
“La vida se soporta
tan doliente y tan corta
solamente por eso”.
Caminar por la calle ensimismado,
ausente de este mundo,
rumiando en tu cabeza
historias, frases, viajes, desventuras,
crímenes, adulterios, melodramas, incestos,
abortos, heroínas, traiciones, sacrificios,
saber que todo drama
está en tu calavera,
que la gran aventura
ocurre en las paredes de tu cráneo,
que nunca habrá más grande sensación
(orgías, drogas, sueños)
que aquello que imaginas.
Que la vida consiste en perdonarnos
las ofensas que hacemos,
los gestos que no hicimos,
los silencios cobardes,
los fingidos afectos,
las mentiras.
Y escribir cada día,
ganar la lotería
de al menos una frase
que nadie ha dicho nunca,
tener un pensamiento
que todos han tenido,
pero decirlo bien
con todas las vocales,
con todos los sonidos,
con todos los sentidos.
Lograr que la aventura de tu vida
esté en las páginas que escribes,
en los ojos que ahora
pulen un heptasílabo,
quitan o ponen una coma, una tilde, un acento,
en los ojos que ahora se detienen
complacidos tal vez
o entretenidos
en un punto, este punto: .