Juan
Carlos Martínez Botero*
El próximo 25 de febrero
miles de cafeteros se expresaran de nuevo en poblaciones y carreteras del país
ante el abandono al que los tiene sometidos el gobierno nacional. La nueva
protesta es una más, en la carrera iniciada desde el año pasado, con la masiva
movilización a Manizales, para buscar
una respuesta del gobierno nacional ante la dura crisis que vive la caficultura
colombiana. Hasta el momento las ayudas ofrecidas por el presidente Juan Manuel
Santos han sido inocuas y mantienen intacta la columna vertebral de la crisis
que azota a los cafeteros.
Mucho le debe el país a la
caficultura colombiana, desde importantes vías de acceso, acueductos y centros de formación, hasta mantener un nivel
socioeconómico que no permitió mayores degradaciones sociales en las
poblaciones cafeteras, tales como las
que viven otras zonas del país. Por eso y con toda razón, a instancias del
Movimiento por la Dignidad Cafetera, empresarios, caficultores y obreros agrícolas se aprestan a utilizar
nuevamente el mecanismo de la protesta social, para reclamar la atención de un
gobierno de oídos sordos, de frases rimbombantes, pero que con su peculiar
demagogia no ofrece soluciones de fondo a una crisis que amenaza con alterar la
relativa estabilidad social de los campos y poblados cafeteros.
Cinco reclamos le están
haciendo al gobierno nacional mediante un pliego de peticiones, ellos son: Parar
las importaciones de café al país; no permitir mega minería en zonas de cultivo
del grano; solución al problema de las
deudas; control al precio de los agros insumos; y un precio mínimo de sustentación que permita recuperar los costos
de producción. De manera inconsecuente
la burocracia de la Federación se ha puesto
de espaldas a sus cafeteros y replica las posiciones del gobierno
nacional frente al paro, conminando a los cafeteros a quedarse en sus casas
mientras la crisis hace agua y caminan rumbo a la ruina definitiva.
El fin de semana se vendió
café por debajo de los quinientos mil pesos la carga, volviendo el Apoyo de Ingreso a la Caficultura, AIC, de
sesenta mil pesos, inane para recuperar
los costos de producción, que están en alrededor de setecientos mil pesos la
carga. Mientras esto pasa, uno de los problemas principales, tal y como lo es la revaluación del peso frente al dólar y del
que depende directamente el precio interno, es un asunto al que el gobierno nacional no le mete la mano por mantenerse en la
ortodoxia neoliberal de la liberación de
la tasa cambiaria.
De nada le sirven al
sector los anuncios de Santos quien, en tono proselitista, señala que tiene corazón cafetero, o que se ponga
sombrero aguadeño o que, aparentando ser
lo que no es, llegue a las poblaciones
manejando Jeepao, cuando no hay soluciones de fondo al problema cafetero. Tales
hechos confirman que la movilización democrática y civilista es la única
esperanza que les queda a los cafeteros, ojalá el gobierno nacional tome atenta
nota de ello y adopte las correcciones del caso.
https://twitter.com/Jmartinezbotero