viernes, 25 de junio de 2010

Una gran manguala no es unidad nacional



Jorge Enrique Robledo, Bogotá, 25 de junio de 2010.

Juan Manuel Santos asumió dos compromisos principales: continuar con todas las políticas de Álvaro Uribe, administración en la que él fue pieza de importancia, y montar un gobierno de “unidad nacional”. Para lo que llama la “unidad nacional”, además de la U, reclutó al conservatismo, a Cambio Radical y al PIN, así a este lo niegue como lo niega Álvaro Uribe. Con honrosas excepciones, el Partido Liberal, encabezado por César Gaviria, también lo respaldará. Y la cúpula verde dijo que no estará en la oposición.

Sin embargo, Juan Manuel Santos podrá montar una gran manguala, pero no un gobierno de unidad nacional, por lo menos no en el sentido de que ese gobierno represente los intereses del conjunto de la nación, pues si algo caracteriza a la administración de Álvaro Uribe –que Santos continuará– es lo antidemocrático de sus concepciones políticas y lo plutocrático de sus criterios económicos y sociales, es decir, por gobernar según los intereses de las trasnacionales, los monopolios criollos y las roscas clientelistas, en tanto a la casi totalidad de la nación se la excluye en mayor o menor medida del bienestar. Hay que ser muy caradura para hablar de “unidad nacional” con el objetivo de continuar un régimen que condujo al país a uno de los peores indicadores sociales de América y del mundo –en desempleo, pobreza y concentración de la riqueza, por ejemplo– y que, además, persiguió a los jueces para imponer el tapen tapen de los horrores que escandalizan al mundo.

Lo de verdad nuevo del gobierno que empieza consiste en que contará con más políticos tradicionales, de esos que aprueban cualquier cosa, por lesiva que sea para la nación, siempre y cuando les garanticen los puestos y los contratos con los que “legitiman” al régimen. Lo que presentan como “unidad nacional” no pasa de ser, en realidad, una manguala política tan amplia que en ella caben hasta los viejos y los nuevos angelinos. Y es obvio que este contubernio no cambiará positivamente al país, sino que lo mantendrá igual de mal o lo empeorará.

La máscara de la “unidad nacional” tiene otro fin que no expresa la fortaleza sino la debilidad de Santos: diferenciarse en algo, pero solo en asuntos formales, de lo que cada vez más se reconocerá como la desastrosa herencia de Álvaro Uribe, para poderla perpetuar en sus rasgos fundamentales. Por ello, para el Presidente electo es clave que su primer año no se cuente como el noveno de Uribe, a pesar de serlo, porque perdería capacidad de manipulación. Y la engañifa también se explica por otra de sus debilidades: con una economía minada por la inviabilidad propia del libre comercio neoliberal, podría suceder que las carnadas con las que han pescado el respaldo popular pierdan eficacia y crezca la oposición entre los hasta ahora confundidos.

Desnudar esta pantomima reviste la mayor importancia. Porque no hay peor gobierno que aquel que se mueve por intereses contrarios a los nacionales pero consigue amplias mayorías políticas y además oculta sus verdaderos fines tras el respetable manto de la unidad nacional, pues ello le facilita ejecutar los mayores desmanes en contra de las concepciones democráticas en lo económico, político y social. Y porque es obvio que la falsa unidad nacional santista también apunta a aplastar toda idea diferente al pensamiento único del Consenso de Washington, la democracia de mentirillas y la mayor impunidad. Vale recordar al Frente Nacional, período en el cual, por Constitución, en Colombia se impuso una especie de dictadura liberal-conservadora que no gobernó en beneficio de las mayorías nacionales.

Salvo que traicionara sus concepciones programáticas, el Polo Democrático Alternativo no puede hacer nada diferente a oponerse con todo valor y firmeza al gobierno de Juan Manuel Santos y explicar en qué consiste su astucia de la falsa unidad nacional, como con acierto lo determinó su Comité Ejecutivo. La izquierda democrática no debe engañar, pero tampoco acolitar que el engaño prospere. Y es seguro que esta posición la asumirán también los millones de colombianos de todas las condiciones sociales y políticas que no se inclinaron ante las barras bravas uribistas ni lo harán ante la gran manguala.

Coletilla: al absolverme, el Procurador dice que no hay nada mío que viole la ley, porque aparezco en los computadores de Reyes como “un acto unilateral de las Farc”. Pero eso ya lo había probado la Policía antes de abrir la investigación en mi contra.

martes, 22 de junio de 2010

LA POSICIÓN DEL POLO Y LOS GUARISMOS ELECTORALES DE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA VUELTA PRESIDENCIAL



La decisión del Polo Democrático Alternativo de no votar por ninguno de los dos aspirantes a la Presidencia en las elecciones del 20 de junio, dando libertad a sus electores entre la abstención, el voto en blanco, el voto nulo o simplemente la no marcación de la tarjeta electoral, tuvo acogida entre sus votantes e incluso entre unos cientos de miles de ciudadanos más. Al menos así se colige del análisis de los guarismos electorales. Teniendo presente que en la primera vuelta por el candidato Gustavo Petro, marcaron 1.329.512 ciudadanos, equivalente al 9.15% de los votantes. El cuadro al inicio de este artículo nos permite sacar las conclusiones pertinentes.


Las cifras presentadas nos muestran que, con respecto a la primera vuelta, el 9.66% de los ciudadanos que votaron en primera vuelta no lo hicieron esta vez, una suma similar a la sacada por el candidato del POLO. La abstención total aumentó en 4.76%. El voto en blanco tuvo un incremento del 98.49%, los votos nulos aumentaron en un 16.07% y las tarjetas no marcadas en un 29% con respecto a la elección anterior. En total hubo 1.695.676 ciudadanos que habían votado por alguno de los candidatos en la elección anterior que esta vez no lo hicieron por ninguno de los dos, absteniéndose, votando en blanco, anulándolo o simplemente no marcando la tarjeta electoral.

Esto muestra que, más que la tradicional abstención presentada en los certámenes electorales en Colombia, esta vez hubo una abstención activa y un aumento considerable del voto protesta como lo es: La no marcación de la tarjeta, el voto nulo y el voto en blanco. Los medios de comunicación resaltan el incremento de la abstención y la explican y sustentan en el día lluvioso, en la transmisión del mundial de futbol o en la falta de emoción de la segunda vuelta. Estas explicaciones silencian y se niegan a reconocer que millones de colombianos decidieron no votar, o protestar mediante las diferentes formas, porque los dos programas y candidatos en contienda representaban el continuismo del neoliberalismo, la entrega de la soberanía y la negación de los derechos sociales. A pesar de los ingentes esfuerzos del régimen por aniquilar un proyecto alternativo como el POLO, esta colectividad política sigue viva, anunciándose como la única oposición y con una base material importante para seguir trabajando y convertirse en opción de poder y ofrecerle, a los colombianos, el cambio que realmente necesitan.

Juan Carlos Martínez Botero. Manizales, Junio 21 de 2010



lunes, 21 de junio de 2010

HEMOS PERDIDO A UN HUMANISTA


Juan Carlos Martínez Botero*

La ineluctable muerte se llevó este 18 de junio al inolvidable premio nobel de literatura, de 1998, José Saramago. Portugués de nacimiento, pero universal de pensamiento, el mundo ha perdido un hombre cuyas profundas concepciones democráticas, lo ubican en lo más granado y elevado del humanismo mundial. Haciendo alusión a la infame desigualdad que violenta a millones de seres humanos dijo al recibir su reconocimiento ante la Academia Sueca, en Estocolmo, el 11 de Diciembre de 1998: “La misma esquizofrénica Humanidad, capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de sus rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante.”

Llamó la atención en su “Ensayo sobre la ceguera” sobre la utilización perversa de la razón cuando se humilla la vida, cuando la “dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo”, cuando la mentira universal ocupa “el lugar de las verdades plurales”, cuando “el hombre dejó de respetarse a sí mismo” y “cuando perdió el respeto que debía a su semejante.” Su pluma, no hay duda, estuvo al servicio de la superación de la inequidad y la injusticia.

En octubre de 1999 dirigió una carta al entonces presidente Uruguayo Julio María Sanguinetti, en la que le pedía a este, ayudar al gran poeta argentino Juan Gelman, a encontrar a su nieta, hija de su hijo asesinado y su nuera desaparecida, ambos durante el Plan Cóndor, orquestado por la CIA y adelantado, entre otros, por la dictadura militar que azotó a la República Oriental de Uruguay por doce largos años, transcurridos entre 1973 y 1985. En dicha misiva señalaba: “ayude a Juan Gelman, ayude a la justicia, ayude a los muertos, a los torturados y los secuestrados ayudando a los vivos que los lloran y los buscan, ayúdese a sí mismo, ayude a su conciencia, ayude al nieto desaparecido que no tiene, pero que podría tener.”

Saramago mostró su solidaridad ante las inhumanas condiciones del pueblo de África, estuvo al lado de los indígenas y campesinos de Chiapas, protestó por los crímenes de Indonesia contra el pueblo de Timor Oriental, entonces dijo: “¿qué importa que un escritor acuda ahora a protestar utilizando las palabras de todos, que demasiados callan porque están más preocupados por sus intereses presentes y futuros que por la sangre que corre y las vidas que se pierden?”. Levantó su voz contra el neoliberalismo, al que llamo la injusticia globalizada. No hay duda, el mundo perdió, no solo a un gran escritor sino, a un gran humanista.

Sin lugar a vacilaciones, y en la medida en que las concepciones que abogan por la justicia social se impongan, estará en el cielo, siendo este, según su definición: “el resplandor que hay dentro de la cabeza de los hombres si no es la cabeza de los hombres el propio y único cielo”

*Abogado